viernes, 6 de septiembre de 2013

Escuela cubana de Wu shu recibe en Centro Habana visita de delegación china

Una comitiva de la oficina de Asuntos de Ultramar del Consejo de Estado de la República Popular China visitó en Centro Habana la sede central de la Escuela cubana de Wu Shu, que preside el profesor y atleta Roberto Vargas Lee.

La institución, que tiene filiales en casi todas las provincias del país, instruye en la capital a cerca de millar de personas de todas las edades, sexos y razas.

Los visitantes recibieron emocionados representaciones de las diversas generaciones de cubanos que aquí se instruyen y en señal de respeto y agradecimiento hicieron una donación para el centro.

Los más pequeños alumnos de la escuela habanera de esa milenaria arte marcial de China comienzan sus nociones desde los 5 años de edad y los adultos mayores de hasta 89 reciben conocimientos y aprenden de una filosofía que les proporciona una mejor calidad de vida.

Incluso el programa de entrenamientos en horarios diversos se está vinculando a la prevención de salud, explica el profesor Vargas Lee, quien nos adelanta de un proyecto que vienen desarrollando con el hospital ortopédico Frank País, a fin de evitar en los ancianos las fracturas de caderas, de gran costo social y económico para el sistema sanitario cubano.

La práctica de ejercicios sanos y el desarrollo de una ideología que vincula las tradiciones asiáticas con otros elementos de la cultura cubana permite a la población que asiste al templo ubicado en Manrique y Zanja en Centro Habana aprender herramientas no sólo para el combate y la defensa, sino para mantener una vida sana y estable.

Clarita a sus 89 años es capaz de ejercitar sus piernas y brazos con una agilidad que deja boquiabiertos a muchos, mientras que Ana Lee, madre del motivador de este centro es capaz de ejecutar con destreza y agilidad a sus 81 la danza del león, una tradición que data de más de 166 años en Cuba, con la llegada de los primeros inmigrantes del país asiático a la Isla.

Los chinos naturales son cada vez menos, pero sus descendientes y muchos nativos cubanos se adentran y hacen perdurar una tradición milenaria que aporta salud y más calidad de vida.

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